No es lo que sabemos lo que nos hace grandes... Ni lo que decimos, lo que nos hace sabios. Solo nuestras actitudes frente a la vida y la manera de percibir este mundo es lo que nos proyecta tal cual somos: individuos sumergidos en un mar de situaciones que, como las olas, van y vienen pero nunca se detienen.
Carta a mi amor
Quiero dormir contigo sin la urgencia del deseo, velar tu sueño y decirte lo mucho que te amo sin que me oigas, acariciarte entera sin ni siquiera rozarte, llevarte a los paraísos de mi imaginación en donde habitas sin saberlo. Saborear la suavidad de tu ternura y besar esas manos cansadas de tanto darme vida.
Quiero mirar ese cuerpo, casi de terciopelo, que tantas veces gozo y que otras veces arropa mis ásperos humores y mis días de tristeza.
Quiero acunarme en ti, en tus cálidos y solidarios brazos, que nunca niegan su caridad a éste herido, tan comprensivos, que a veces hacen daño.
Me detendré en ti un momento, aunque quisiera que el aire fuera eterno, quiero tener tiempo de verdad para mirar sin verte y verte sin mirarte.
Deseo conocer ese espacio de ti que no conozco y que es un territorio prohibido a mi esperanza, no puedo entrar en él, y vivir contigo esa aventura tan inmensa que en sueños me hace reír (¡Qué celos de los que te arrancan esa sonrisa!) Y otras gemir de miedo (¿Quién se atreve hacerte sufrir de esa manera?).
Quiero ver tu rostro cuando no lo diriges, oler el perfume que envuelve tu abandono...
¡Cómo es posible que digas que te ignoro, cuando mi profesión es ya casi querer!
Quiero aplaudir tus desvelos, sin que notes lo mucho que te quiero ¿Qué sería de mí si no lo supieras?
Quiero, por fin, amanecer contigo, tranquilo y confiado.
Y decir que éste también soy yo…
Y así también te quiero.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario