No es lo que sabemos lo que nos hace grandes... Ni lo que decimos, lo que nos hace sabios. Solo nuestras actitudes frente a la vida y la manera de percibir este mundo es lo que nos proyecta tal cual somos: individuos sumergidos en un mar de situaciones que, como las olas, van y vienen pero nunca se detienen.
El Elefante del Circo
Un día llegando al circo, un niño quedo totalmente sorprendido. El padre al darse cuenta de lo sucedido, se acercó con precaución a su hijo, para averiguar que lo tenía tan sorprendido y, al levantar la vista se dio cuenta de que era un enorme elefante, que sólo tenía un pequeño lazo atado a una estaca, que podría romperse en cualquier momento. Frente a él, la única protección que existía era una pequeña valla de un metro de altura; alarmado, el padre buscó al encargado del circo y le reclamó _ ¿Cómo es posible que tengan a una bestia de ese tamaño detenida únicamente con un pequeño lazo? ¿No se da cuenta que podría romperla y lastimar a cualquiera? _Sí, Señor, pero no lo hará, _ contestó muy tranquilo el hombre _ ¿Cómo no? ¡Quizás hasta yo pueda romperla! Insistió.
_ es más posible que usted lo haga, a que el elefante lo intente.
_ ¿cómo?
_ Señor. Éste elefante, desde que nació fue amarrado con un grillete y una gran cadena pegada a una base de acero, la cual, es imposible mover. En los primeros meses el elefante tira de ella queriéndola romper, hasta que llega a la conclusión, de que nunca va a poder. Cuando el domador observa que el animal ya no intenta romper la cadena, se la quita y lo amarra solamente con un lazo y jamás en su vida el elefante intentará romperlo, porque cree que es una cadena.
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