No es lo que sabemos lo que nos hace grandes... Ni lo que decimos, lo que nos hace sabios. Solo nuestras actitudes frente a la vida y la manera de percibir este mundo es lo que nos proyecta tal cual somos: individuos sumergidos en un mar de situaciones que, como las olas, van y vienen pero nunca se detienen.
Imagina
Imagina… que un Ángel de Dios está a tu lado en estos momentos…
Silencio… Quédate tranquilo y piensa en todos los problemas que te gustaría solucionar.
Todo lo que te angustia, te hace llorar, te oprime, te preocupa, te deja triste.
Hasta tu miedo del futuro, de equivocarte, de escoger el camino errado…
Piensa ahora en todo eso…
Abre tu corazón e imagínate entregando todo eso a Dios.
Coloca tus manos en posición de entrega.
Imagínate entregándolo ahora, como quien entrega un saco bien pesado a otra persona para que lo lleve.
Ahora, imagina todo lo bueno que tu quieres que suceda, o lo que ya haya acontecido en tu vida.
Momentos de felicidad, de amistad, de cariño, de paz, de amor.
Coloca todo en tus manos, imaginariamente, y haz el gesto de guardarlo en tu corazón, como se guarda una joya en una cajita.
Coloca aquel tesoro guardado muy dentro de ti, y di “Gracias”, con mucha fe, de corazón.
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