No es lo que sabemos lo que nos hace grandes... Ni lo que decimos, lo que nos hace sabios. Solo nuestras actitudes frente a la vida y la manera de percibir este mundo es lo que nos proyecta tal cual somos: individuos sumergidos en un mar de situaciones que, como las olas, van y vienen pero nunca se detienen.
Vivir con la mirada
Lo que hacemos jamás lo podemos considerar como resultado final sino como preparación de algo que ya viene.
Hay gente que vive lo material como si lo espiritual no existiese. Si se acabasen las montañas, ¿le vendrá a alguien la vocación de escalador?
Dar al día en que vivimos el gusto de un regalo sencillo y espontáneo; vivirlo sin egoísmos y con amor confiado. Solo así la alegría y la pasión por la vida llegará a todo y nos contagiará a todos.
Todo lo que se nos da nos llega oportunamente. Cada instante de la vida es un regalo. Hay que vivir con la mirada puesta en el Señor porque la vida tiene más aspecto de desierto que de tierra prometida.
Casi siempre las mejores cosas pasan desapercibidas porque las han realizado el silencio y el amor recatado.
El hombre, por creación, tiene un ser interior para el encuentro. En esa profundidad nadie se parece a otro. Allí se realizan sorprendentes maravillas.
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