No es lo que sabemos lo que nos hace grandes... Ni lo que decimos, lo que nos hace sabios. Solo nuestras actitudes frente a la vida y la manera de percibir este mundo es lo que nos proyecta tal cual somos: individuos sumergidos en un mar de situaciones que, como las olas, van y vienen pero nunca se detienen.
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La alegría de vivir
La muerte como realidad definitiva no existe.
Trata de encararla como una consecuencia natural de la vida.
Al fin y al cabo, es la única certeza que todos tenemos.
Si perdiste a algún familiar o amigo, se consciente de que él no está muerto.
Su cuerpo físico dejó de existir, pero su alma es inmortal.
Ora y vibra por los que ya partieron y que viven en la mansión de los justos.
Trata de no pensar en la muerte.
Tu estás seguro de que vendrá, pero debes estar convenientemente preparado para cuando llegue.
A partir del momento en que seas consciente deque la muerte no existe para siempre, descubrirás la alegría de vivir.
Vivir es sentir el alma
La vida es algo serio, muy serio; pero es también algo hermoso, muy hermoso.
El secreto de toda existencia se condensa en la tripartita fórmula:
- un amor que ofrecer
- un compromiso que asumir
- un apostolado que ejercer.
Tener un ideal es tener razón para vivir. Es también un medio para vivir una vida más amplia, más elevada.
Quien ha trascendido su egoismo y se ha consagrado al servicio de un ideal más grande que él mismo, se halla próximo a Dios.
El ególatra será estático, como lo es toda inacción; el que se realiza en el prójimo es dinámico, con el dinamismo de la donación.
La vida es extremadamente valiosa, si se sabe para qué nos ha sido dada. Valorizar la vida es ya ponerse bajo la influencia de un ideal. Una vida ociosa es una muerte anticipada.
Vivir es sentir el alma, toda el alma: es amar con todas las fuerzas hasta el fin y hasta el sacrificio.
El secreto de toda existencia se condensa en la tripartita fórmula:
- un amor que ofrecer
- un compromiso que asumir
- un apostolado que ejercer.
Tener un ideal es tener razón para vivir. Es también un medio para vivir una vida más amplia, más elevada.
Quien ha trascendido su egoismo y se ha consagrado al servicio de un ideal más grande que él mismo, se halla próximo a Dios.
El ególatra será estático, como lo es toda inacción; el que se realiza en el prójimo es dinámico, con el dinamismo de la donación.
La vida es extremadamente valiosa, si se sabe para qué nos ha sido dada. Valorizar la vida es ya ponerse bajo la influencia de un ideal. Una vida ociosa es una muerte anticipada.
Vivir es sentir el alma, toda el alma: es amar con todas las fuerzas hasta el fin y hasta el sacrificio.
Vivir con la mirada
Lo que hacemos jamás lo podemos considerar como resultado final sino como preparación de algo que ya viene.
Hay gente que vive lo material como si lo espiritual no existiese. Si se acabasen las montañas, ¿le vendrá a alguien la vocación de escalador?
Dar al día en que vivimos el gusto de un regalo sencillo y espontáneo; vivirlo sin egoísmos y con amor confiado. Solo así la alegría y la pasión por la vida llegará a todo y nos contagiará a todos.
Todo lo que se nos da nos llega oportunamente. Cada instante de la vida es un regalo. Hay que vivir con la mirada puesta en el Señor porque la vida tiene más aspecto de desierto que de tierra prometida.
Casi siempre las mejores cosas pasan desapercibidas porque las han realizado el silencio y el amor recatado.
El hombre, por creación, tiene un ser interior para el encuentro. En esa profundidad nadie se parece a otro. Allí se realizan sorprendentes maravillas.
Vivir en la Realidad
Hay quienes viven encadenados a un fracaso a una herida que nunca deja de supurar. Son personas que se amargan hoy porque hace veinte años su madre no los quiso, porque no pudieron estudiar lo que querían, porque su pareja los traicionó, porque perdieron injustamente su trabajo, o lo que sea.
No han perdonado ni se han perdonado ese viejo dolor, y están ahí, dándole vueltas a su amargura, torturándose con sus errores y sus rencores. Como dice Martín Descalzo, parecen estatuas de sal que no logran vivir el presente de tanto mirar hacia atrás.
Hay otros que también viven centrados en el pasado, pero estos no por amargura sino por añoranza, son esas personas que no les gusta el presente pero tampoco tienen el valor necesario para mejorarlo y por eso dedican sus pocas energías a lamentarse y a suspirar por otros tiempos supuestamente mejores.
El presente que tenemos es en buena medida resultado del pasado que ellos hicieron. El pasado es útil en la medida que ilumina el presente y alimenta el futuro, en la medida en que deja de ser pasado y se convierte en acicate para el presente y no en estéril añoranza.
Los que viven encadenados al pasado suelen estar también intimidados por el futuro. Es un miedo que paraliza y consume a las personas, como esas arañas que primero anestesian e inmovilizan a sus víctimas para luego devorarlas poco a poco.
Otros viven condicionados por el futuro, porque aplazan todo lo que les cuesta. No se atreven a eludirlo directamente, y por eso recurren casi inconscientemente a retrasar todo lo que se les pone un poco cuesta arriba. No se sienten con ánimos y enseguida lo dejan para otro momento, que muchas veces jamás llega.
De manera semejante a como algunos consumen marihuana o cocaína para eludir por un tiempo disfrazando la realidad de la vida, así se fugan al pasado o al futuro aquellos que no tienen el valor de tomar con fuerza las riendas del presente.
Es preciso hacer hoy lo que tenemos que hacer hoy, y tomar conciencia de que sólo el presente existe en la realidad y desde ahí tratar de ser feliz y hacer felices a los demás, aceptando con paz y amor cada situación que la vida nos presente.
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