No es lo que sabemos lo que nos hace grandes... Ni lo que decimos, lo que nos hace sabios. Solo nuestras actitudes frente a la vida y la manera de percibir este mundo es lo que nos proyecta tal cual somos: individuos sumergidos en un mar de situaciones que, como las olas, van y vienen pero nunca se detienen.
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MUJER: ¿ANGEL O DEMONIO?
Ella, como una nueva enfermedad, desconocida del hombre,
se desliza, sin precaución alguna, entre la muchedumbre.
Convierte sus ojos en malignos rayos y pone a prueba
la lealtad de los amigos y altera el pulso
con saltos diabólicos, y a la mitad de jóvenes envenena.
Lord Alfred Tennyson,
Guinevere
Que pensaban los antiuos hombres de las mujeres:
•“No son de fiar” (Homero, Odisea)
•“Son un hombre inferior” (Aristóteles, siglo II a.C.)
•“Son una cosa veleidosa e inestable” (Virgilio, siglo I a.C.)
•“Son un navío estúpido sobre el cual los hombres siempre han
de tener el poder.” (Martín Lutero, siglo XV)
•“Flaqueza, tienes nombre de mujer” (Shakespeare, siglo XVI)
•“Son el segundo error de Dios” (Nietzsche, siglo XIX)
•“¡Oh, tú deliciosa, maldita, querida, destructiva Mujer!” (William Congreve, siglo XIX)
Mujeres entre la ficción y la realidad
La mujer en la literatura:
-Si la mujer no existiera salvo en la literatura escrita por el hombre, uno la imaginaría como una cosa de la máxima importancia.
-Algunos de las palabras más inspiradas, algunos de los pensamientos más profundos de la literatura salen de sus labios.
- Domina la vida de reyes y conquistadores en la literatura.
El ideal de la mujer en la antigüedad:
-A finales del siglo XIX la personificación de la mujer ideal era alguien que sacrificaba su identidad y encontraba su felicidad sólo en la felicidad de los demás. Era un ser abnegado, altruista, que siempre sintonizaba con las opiniones de los demás y que reprimía sus deseos propios. Estaba constituída de tal manera, que era inmensamente encantadora y en definitiva era pura.
Así en la práctica la mujer era completamente insignificante:
-Antiguamente en la vida real apenas podía leer, apenas sabía escribir; era propiedad de la familia o si no de su marido.
-Era un ser muy extraño, una amalgama, pero de las sombras empieza a emerger.
-Hoy en día, a partir de la revolución femenina en los años 60`s, la mujer se revelo, y empezó a desempeñar un papel activo en la sociedad, en todo sentido y aparece su impronta por todos lados. Sin embargo, hay algunas relaciones y mujeres que no han cambiado.
En la imaginación goza de la máxima importancia:
-Inunda la poesía de la primera a la última página;
pero en la historia está casi ausente.
«En definitiva, ella no nace siendo mujer, se hace mujer»
FELIZ DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER!
(Pintura: The Favourite Poet, Alma Tadema)
Elogio de la mujer brava (Por Héctor Abad)
A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viragos, marimachos. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.
La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran “no más usted me avisa y yo le abro las piernas”, siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo, y se quedan a medias).
A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan, y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan, y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio, y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa, y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos.
Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche, y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.
Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros, y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar, y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.
Somos animalitos todavía, los varones machistas, y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes, y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza: nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.
UNA MUJER
Anoche mirando a las estrellas,
le pregunté a una de ellas,
por que con tanto fulgor brillaba
y luego parecía que se apagaba.
Me dijo: "¡Soy tu palpitar!
y jamás dejaré de brillar,
hay una como yo, por cada mujer,
y sus corazones podemos ver.
Puedo ver y sentir
cada ilusión en tu vivir,
puedo escuchar tu corazón
latir con cada tentación.
Y cada vez que té ves tentada,
se enciende en mí una llamarada,
llega hasta mí, tu apresurado palpitar,
siento tu pecho a punto de estallar.
Y quisiera ser mujer
para del amor poder saber,
poder así experimentar
lo que se siente al amar.
Te he visto tantas veces reír,
de mil locuras sonreír,
te he visto otras veces llorar
como si el alma se te fuera a secar.
Mas creo que es hermoso
ceder ante el amor caprichoso,
poder dejar escapar esas sonrisas
que se confunden con la brisa.
Poder sentir esa pasión
que alimenta a la mujer de ilusión,
y es que no hay mujer que pueda amar
sin saber que ha de llorar.
Ser mujer es una bendición
que se escribe con pasión,
con matices de risas y dolor
en el frágil mundo del amor..."
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