No es lo que sabemos lo que nos hace grandes... Ni lo que decimos, lo que nos hace sabios. Solo nuestras actitudes frente a la vida y la manera de percibir este mundo es lo que nos proyecta tal cual somos: individuos sumergidos en un mar de situaciones que, como las olas, van y vienen pero nunca se detienen.
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Ángel, demonio, realidades y silencios
Escrito por Walter Oswaldo Quintela Huiza
No es raro que de pronto en el mundo se encuentren dos mensajeros: uno transparente como un reflejo y el otro confuso como una sombra, tampoco es extraño que se encuentren en el instante mismo de llevar a cabo la misión que a sus intereses atañe. Lo extraño es que decidan enfrentarse a campo abierto.
El demonio mira al ángel y lo siente arrogante, altanero, acusador y verdugo.
El ángel mira al demonio y lo siente temeroso, culpable, avergonzado y a la defensiva.
El demonio quiere atraer al ángel para que cumpla con él su pena.
El ángel quiere atraer al demonio para que terminen sus culpas.
Terrible escenario preparado para esas dos voluntades férreas, el ángel y el demonio, el uno en la verdad, el otro en la arrogancia.
En la habitación donde se han encontrado duermen aún abrazados la pareja de esposos que ya llevan muchos años de casados, duermen cada uno en sus rencores e impaciencias, en sus anhelos y decepciones, en sus secretos y sus mentiras, pero aún así duermen abrazados.
Ella descansa del día de trabajo, del galanteo de aquel que la quiere entre sus brazos y entre sus sábanas, duerme al amparo de las indirectas furtivas, de los silencios del que está a su lado, del abandono de las noches solitarias, duerme alejada del televisor encendido, de las respuestas en monosílabos y del periódico doblado en el bolsillo de un traje que hace mucho dejó de traerle obsequios.
El descansa del día ajetreado, de los gritos del jefe, del temor de la inminente quiebra, de los gastos corrientes, de las manos frías, de la cena en microondas, de los ojos traviesos de aquella compañera, duerme lejos de la tentación de las insinuaciones continuas, de los labios ofrecidos, de los escotes atrevidos, de las faldas cortas y de las piernas torneadas, duerme apartado de la casa vacía, de la ternura extinta, de las caricias que lo esquivan.
Duermen ambos al calor de sus cuerpos juntos y lejos, enlazados con la cabeza de ella apoyada en el de él su pecho, y los brazos de él cubriendo de ella el cuerpo.
Allí están ahora los dos enviados, sombra y reflejo, buscando el camino que permita al otro comenzar primero.
El sol aparece de a poco también en las ventanas iluminando el espacio.
El demonio sabe de los secretos de los que ahora duermen, y los lanza al ángel para que sepa de la angustia que el aparentar causa en los hombres.
El ángel siente el miedo y la mentira, siente la decepción y el silencio, siente la soledad y la añoranza, siente la furia y la cobardía, siente todo lo que aquellos que ahora duermen ocultan de frente todos los días de su vida.
El demonio mira, mira al reflejo de luz que se apaga y se esconde, que se convierte en pálida sombra, mira al reflejo de luz que sabe y que comprende que la sombra ha ganado el mundo hace mucho y que la luz es solo un reflejo.
El ángel teme, se entristece, se da cuenta que el amor solo dura un corto espacio de tiempo, que el amor es solo un fugaz reflejo de una ilusión en el desierto del mundo, que es la esperanza de dos soledades, que es la ilusión de una eternidad que no existe. El amor acaba con el tiempo y el tiempo acaba con el amor. El ángel sabe ahora que el hombre es débil de la carne, que la mujer es débil de espíritu, que el mundo no pertence a los ángeles y que la lucha está perdida ya de antemano.
El ángel siente la añoranza, el recuerdo, el deseo, de cada uno de los seres que allí descansan.
El demonio sonríe, el ángel pierde su reflejo y se está convirtiendo en sombra, como tantas otras sombras que él ha desperdigado con el tiempo. Es un demonio fuerte, y su legión es cada vez mas grande, y por donde pasa solo queda dolor y soledad, solo queda vanidad y deseo, vanidad que el tiempo convierte en angustia y deseo que se convierte en soledad.
El demonio sonríe, está ganando su pelea número millones... y el ángel será suyo también como tantos otros.
El demonio no seja, entra a los sueños de los dos que duermen y aviva los recuerdos, aviva las culpas, aviva los temores, aviva las palabras no dichas, los sentimientos no compartidos, los silencios y las huidas.
El ángel poco a poco se va convirtiendo en sombra, su luz se apaga entre los rayos del sol, el dolor de la mentira lo consume, los recuerdos que le llegan lo aturden, la desesperanza lo debilita, el amor se va de sus ojos...
Los dos que duermen se aprietan mas fuerte, sus sueños se vuelven pesadillas y en las pesadillas ven la luz que se apaga, que se consume, que se aleja. Se ven a ellos que se mienten, se ven en otros brazos, se ven gritando, se ven culpando, se ven excusando acciones, provocando lejanías, separando sentimientos.
Sus pesadillas los envuelven en caminos oscuros, tortuosos, desolados, cada uno por su lado, cada uno lejos del otro, de pronto cada uno ve su vida perfecta, su vida como la ha soñado siempre, sin el lastre del que a su lado duerme. Ven sus sueños y los viven, los anhelan, los desean, los buscan... y el ángel se oscurece, se apaga, se acerca al demonio y baja los ojos...
El sol deslumbra la habitación de ambos, otra vez sus cuerpos están separados, sus ojos se abren casi al unísono, solo están ellos, mirando su lado correspondiente de pared, sintiendo en la espalda la cercanía de alguien que en sus sueños había desaparecido, se despiertan y sus palabras son esquivas, sus miradas se rehuyen, sus cuerpos se alejan.
El día comienza, él va para el baño y ella para la cocina.
La habitación queda vacía, ni cuerpos, ni ángel ni demonio.
Allá en el baño y en la cocina, cada uno piensa en el sueño que hizo su vida distinta.
Desiciones que se toman de pronto y que a un demonio allí de pronto alegran, dos vidas que hoy habrán de dejar de ser solo una.
Mentiras y verdades no dichas, silencios y remordimientos que circundan la sombra de un demonio que vence siempre que lo busca.
Un ángel que no pudo encontrar el camino de la victoria.
Y dos que a pesar de dormir espalda contra espalda, a media noche, cuando el silencio gana, buscan brazos y se entrelazan, porque si no fuera por los silencios, el demonio nunca ganaría batallas.
FIN
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