Hay momentos en la vida en que somos tímidos para expresar el amor que sentimos. Quizá por temor a avergonzar a la otra persona o a avergonzarnos nosotros mismos, dudamos en decir “Te quiero” y tratamos de comunicar la idea con otras palabras…
Decimos “Cuídate”, “No manejes rápido”, “Pórtate bien”… Pero en realidad, estas son diferentes maneras de decir “Te quiero…”, “Eres lo más importante para mí…”, “Me importa lo que te suceda…”, “Quiero que estés bien…”, etc.
A veces somos muy extraños. La única cosa que queremos decir y la única cosa que debemos decir, es la única cosa que no decimos . Y aún así, porque el sentimiento es real y la necesidad de decirlo es tan fuerte, usamos otras palabras y signos para decirlo.
Por eso, debemos ESCUCHAR EL AMOR en las palabras que las otras personas nos dicen, algunas veces las palabras explícitas son necesarias, pero muchas veces es más importante la manera como se dicen las cosas…
Un apodo dicho cariñosamente porta mayor afecto y amor que los sentimientos que son expresados de manera poco sincera.
Un abrazo o un beso impulsivos dicen “te amo”, aún cuando las palabras digan algo diferente.
Cuando una persona se ocupa de otra dice “te quiero”.
A veces la expresión es vulgar, a veces incluso cruel. A veces debemos mirar y escuchar muy atentamente el amor que contienen… Pero muy frecuentemente está allí, debajo de la superficie.
Decimos “te amo” de muchas maneras: con regalos de cumpleaños, con notitas dibujadas, con sonrisas y a veces con lágrimas. A veces mostramos nuestro amor cuando nos mantenemos en silencio, sin decir ni una palabra, y a veces incluso hablando bruscamente. O perdonando a alguien que no ha escuchado el amor que hemos tratado de expresar.
El problema con nuestro mundo actual es que la gente rara vez se escucha el uno al otro. Oyen las palabras, pero no escuchan en las acciones que acompañan a esas palabras o en las facciones del rostro. Si estamos atentos, descubriremos que somos muchísimo más amados de lo que creemos.
El amor nos hace reír, nos hace llorar, nos hace cantar, nos hace tristes, nos hace buscar una razón, nos hace pedir, nos hace dar, pero por sobre todo, nos hace vivir.
No es la presencia o la ausencia del otro lo que hace la diferencia, porque una persona puede no estar solitaria aún cuando esté sola.
No es un asunto de estar presente con alguien. El asunto es estar presente para alguien.
Aprovecha el día y no tengas reparos. Y lo más importante: permanece cerca de tus amigos y tu familia, porque ellos te han ayudado a ser la persona que eres hoy y eso es lo más importante.