No es lo que sabemos lo que nos hace grandes... Ni lo que decimos, lo que nos hace sabios. Solo nuestras actitudes frente a la vida y la manera de percibir este mundo es lo que nos proyecta tal cual somos: individuos sumergidos en un mar de situaciones que, como las olas, van y vienen pero nunca se detienen.
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Un hombre perfecto
Era un perfecto hombre del siglo XXI, siempre en su sitio.
Simpático y diligente con sus jefes, prepotente y mandón con sus subordinados.
Sus amantes conocían su lado más romántico y lascivo.
Su esposa, el desdén, el desprecio y la indiferencia.
Como conductor era valiente, respondiendo airado a aquellos torpes a los que no se debería permitir conducir.
Como peatón, cedía el paso deferente a cualquiera que lo superara en talla o juventud.
A solas, solía buscar en internet todo aquello que reprobaba enérgicamente en público.
En compañía se lamentaba de la falta de valores en la educación actual.
Era un perfecto hombre del siglo XXI: con cerebro polivalente y estómago de acero.
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