No es lo que sabemos lo que nos hace grandes... Ni lo que decimos, lo que nos hace sabios. Solo nuestras actitudes frente a la vida y la manera de percibir este mundo es lo que nos proyecta tal cual somos: individuos sumergidos en un mar de situaciones que, como las olas, van y vienen pero nunca se detienen.
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La mariposa atrapada
He aquí la fábula más maravillosa sobre una niña huérfana que no tenía familia o persona alguna que la quisiera.
Cierto día, mientras caminaba por la vera del río sintiéndose más triste y solitaria que de costumbre, observó una pequeña mariposa atrapada cruelmente en un espino. Cuando más luchaba por liberarse, más laceraba su frágil torso.
Con delicadeza, la huerfanita liberó a la mariposa de su cautiverio. Esta, al verse libre, en vez de emprender el vuelo se convirtió en una bella hada.
La jovencita no podía creer lo que veían sus ojos. El hada bondadosa le dijo a la niña:
- Para agradecerte por tu maravilloso gesto, te concederé cualquier deseo.
La pequeña pensó un momento y le contestó:
- Deseo ser feliz!
- De acuerdo, -dijo el hada inclinándose para hablarle al oído, y acto seguido desapareció.
A medida que la pequeña fue creciendo, en toda la comarca no se encontraba una persona más feliz que ella. Todos deseaban conocer su secreto. Ella se limitaba a sonreir mientras decía:
- Yo sólo escuché las palabras de un hada cuando era pequeña.
Cuando ya era anciana y estaba en su lecho de muerte, todos los vecinos se arremolinaron a su alrededor, deseosos de hacerse a su fórmula maravillosa de la felicidad antes de que muriera.
- Por favor, cuéntanos, -le rogaban, -cuéntanos lo que te dijo el hada.
La bella anciana sonrió y contestó:
- Me dijo que cada persona, por más segura de sí misma que pareciera, o por más joven o vieja, rica o pobre que fuera, necesitaba de mí.
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