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El llanto del hombre solitario


Lo he sentido sollozar en las noches solariegas y mi corazón se ha encogido de pena.
Es un hombre adulto herido acaso por la vida, elemento inmanejable que se le presenta lejano, hostil, indiferente.
Sus sollozos me han partido el alma, ya que es patético vivir a pasos de alguien a quien tanto le duele la existencia y no poder aproximarse a su lloro desesperado y tratar de consolarlo.
Acaso bastara con escucharlo, sentarse a su lado para oír de su boca como se desgranan sus tristezas, contemplar sus facciones contraídas por la desesperación, mirar a través de sus pupilas para adivinar los demonios que se han encargado de desacomodarle su interior.

Me siento culpable cuando veo su caminar desganado porque sé lo duro que es enfrentarse a la acidez de la vida, ver desfilar rostros que no sonríen, gente que no se conduele, estúpidos insensibles que agreden a destajo y que se congratulan mutuamente de tener a un esperpento que atraiga su morbosa atención.

Temo por ese hombre solitario que se deshace en llanto, se que inunda sus penas en el malsano licor. También se que éstas, envalentonadas y embravecidas, sobreviven a las continuas libaciones, se arriman de nuevo a las riberas de su alma mortificada y desde allí inoculan su veneno lento y persistente.

Anoche me despertó una especie de goteo, era como si algo espeso hubiese rebasado su recipiente y que liberado de su cauce, se transformase en un patético reloj marcando alguna despedida. Se me puso la carne de gallina, me imaginé al tipo con su rostro lívido viajando ya por la eternidad. Pensé en acudir a su puerta, saber que nada malo ocurría. Entonces lo escuché toser y respiré aliviado. Posiblemente haya pasado la noche en vela, acaso sus pesadillas lo devolvieron a este mundo de pesadillas más reales, eso no lo podría saber.

Pero temo por él, me imagino que nada en un océano escabroso que cada vez le opone más resistencia a sus tímidos braceos, lo veo naufragando ya resignado, acaso aliviado.
Quisiera conversar con él. Quizás aún no sea demasiado tarde…